lunes, 28 de abril de 2014

La formación es una inversión de valor estratégico

Más de la mitad de las empresas españolas están invirtiendo menos en la formación de sus empleados .
Si. Es verdad. Existen datos que lo confirman.
Y me pregunto. ¿Cómo puede ser? ¿Qué es lo que está pasando para que en un mundo que cambia a velocidad de vértigo, donde las habilidades adquiridas hoy dejan de ser útiles mañana mismo porque la tecnología ha pasado por encima de ellas, resulte que las empresas estén invirtiendo menos en formación y dándole la espalda al futuro?
Pues resulta que coexisten dos circunstancias que en la actualidad se conjugan entre ellas y el resultado de su suma es un desastre.
La primera realidad es digamos que por suerte de carácter circunstancial. Se trata de la crisis. De una crisis que significa menos venta para la mayoría de las empresas, menos venta que equivale a peores resultados y peores resultados que significan comprometer el futuro de la empresa si no se resuelven a tiempo. La mejor forma de hacerlo es obvia, aumentando la productividad y como la empresa está vendiendo menos, más lógico imposible, lo más prudente será gastar menos.  Hasta aquí totalmente de acuerdo. Pero siempre que el recorte sea inteligente, siempre que se trate de ahorrar en actividades que no comprometan el futuro de la empresa. Ahorrar en consumo energético o racionalizar el gasto en viajes o en mensajería  son buenas ideas, pero no lo son en cambio las reducciones de plantilla hasta mínimos insostenibles o sobre todo y de esto quiero hablar, de dejar de invertir en la formación de los empleados. Lo primero, la reducción estructural por debajo del mínimo es una mala solución porque el aumento de productividad obtenido será ficticio y lo segundo, también será una mala solución porque es destruir el futuro de la empresa.
Posiblemente hemos sufrido y estamos viviendo todavía una crisis de una gran profundidad. Totalmente de acuerdo también. Pero por suerte y como decía al principio la crisis es circunstancial, pasará. La que es grave es la segunda realidad. Es grave porque es una realidad digamos que cultural y que por sí sola no es responsable del descenso en la inversión en formación, pero genera un conflicto que unido a los efectos de la crisis deriva en una situación que como decía al principio es la antesala del desastre.
Es posible que existan demasiadas empresas que contemplan la formación como un gasto en lugar de una inversión.  Grave error porque si es así, la formación estaría en una parte del presupuesto candidata a ser reducida a la mínima ocasión. Cuando la formación es una inversión tiene rango de de estratégica, pero si es gasto, puede ser de los más fáciles de eliminar.
Esta visión ha hecho que existan empresas que han llegado a tratar la formación como lo que no es. La formación de los empleados no es una herramienta de paz social, ni una parte compensatoria del salario de los trabajadores ni tampoco un peaje que impone la legislación laboral.
La formación es el verdadero motor de la productividad, es el futuro de la empresa. Personal bien formado será personal más productivo. No es un gasto, es una inversión y lo es con todos sus derechos y obligaciones. Es una inversión en bienes intangibles cuyos resultados deben ser medidos y cuya tasa de retorno debe ser medida y prevista.
La formación debe tener objetivos ajustados a las necesidades de la empresa. Todo debe pasar por plantear previamente criterios de eficiencia en la consecución de los objetivos. No vale el menor coste como criterio de elección, los criterios que de verdad son válidos son la aplicabilidad y el rendimiento posterior. Es así cuando la formación se convertirá en generadora de productividad

La crisis pasará, pero la visión que algunas empresas tienen de la formación deberá cambiar. Reescribiendo una sentencia que Henry Ford, el de los coches, aplicó a la inversión en publicidad me atrevo a asegurar que “aquel que deja de invertir en formación para ahorrar dinero es como si parara el reloj para ahorrar tiempo”.